La voz de inconformismo emerge en aquellos que han desafiando las adversidades. Esta conversación es el camino de un ingeniero agrónomo, un agroecologo, un guardián de semillas y un agente de cambio en las comunidades rurales del Caribe colombiano. Su nombre se ha convertido en representante y voz, de productores y recolectores de un panorama agrícola marcado por la lucha constante contra factores climáticos, sociales y económicos.
Según la FAO, La agroecología abarca tres dimensiones fundamentales: como disciplina científica, investiga las interacciones dentro del agro ecosistema; como conjunto de prácticas, busca sistemas agrícolas sostenibles que optimizan la producción; y como movimiento social, defiende roles multifuncionales para la agricultura, promueve la justicia social y fortalece la viabilidad económica rural. Los agricultores familiares, depositarios del conocimiento y la sabiduría agroecológica, son cruciales para esta producción de alimentos sostenibles en todo el mundo.
Esta definición me hace pensar que Miguel está procurando hacer camino, con aciertos y errores como el mismo menciona, pero al final camino.
“Yo siempre digo que tengo una gran ventaja o virtud. Yo no tengo idea que quiero hacer, pero tengo muy claro que no, entonces por ahí es un avance.” Miguel Durango.
Desde sus días de estudiante universitario, Miguel se resistió a conformarse con los caminos tradicionales de la agricultura. Rechazó la idea de convertirse en un vendedor de agroquímicos o de gestionar cultivos convencionales como el banano o las palmas de aceite. En cambio, optó por buscar un cambio más profundo, uno que pudiera impulsar a las comunidades rurales hacia un futuro más sostenible y próspero.
"Respeto mucho los que se ganan la vida así, pero pues, tengo mis conflictos con todo el daño que causa al medio ambiente y porque hoy en día en lugar de ser un aliado de los productores, son todo lo contrario desde mi punto de vista" Comenta.
Su camino hacia el activismo agrícola no fue fácil ni directo. Se encontró con obstáculos en su educación y en su carrera profesional, pero cada desafío fue una oportunidad para crecer y aprender. Aunque inicialmente no obtuvo los resultados deseados en las pruebas de acceso a la universidad, encontró su camino hacia la agronomía y la agroecología a través de una serie de circunstancias fortuitas.
Su compromiso con el cambio se fortaleció durante su tiempo en la universidad, donde se sumergió en el estudio del desarrollo rural y la extensión agrícola. Con el apoyo de instituciones de renombre como el Centro Internacional de Agricultura Tropical y la Universidad de Córdoba, comenzó a poner en práctica sus conocimientos en el terreno, trabajando en proyectos de investigación y desarrollo en las vastas llanuras colombianas.
"Cuando trabajas con campesinos, trabajas en proyectos de cooperación o proyectos sociales, pues tienes que contagiar a la gente, tienes que trabajar, no puedes darte el lujo de tener esa solución sencilla de que sacas a la persona y ya. Yo soy nieto e hijo de campesino, y siempre vi que por lo menos mi abuelito en paz descanse, era tremendo cultivador, pero pues nunca estuvo con dinero de la siembra, porque demora un año en producir mucho de los cultivos como yuca, ñame, el maíz un poco menos, siempre estaba regalando la cosecha y vendiéndola a cualquier precio." Miguel Durango
El desafío para Miguel llegó cuando se enfrentó a la realidad de las zonas de conflicto en Colombia. Aquí, se encontró trabajando con comunidades afectadas por la violencia y el narcotráfico. El reto era desmitificar las actividades ilegales y ofrecer alternativas viables para el sustento de estas comunidades, utilizando su experiencia en la agricultura para promover cultivos legales y sostenibles.
A lo largo de los años, ha trabajado en diversos proyectos de cooperación internacional, colaborando con organizaciones como USAID, Acción contra el Hambre y el Ministerio de Agricultura de Colombia. Sin embargo, fue durante estos proyectos que se dio cuenta de una verdad fundamental: los proyectos temporales no pueden ofrecer soluciones sostenibles a largo plazo.
Con esta comprensión en mente, su objetivo fue claro promover prácticas agrícolas sostenibles y resilientes desde el mundo de la agroecología, desafiando las concepciones convencionales sobre la agricultura y descubriendo el potencial de la biodiversidad en la producción de alimentos.
Uno de los momentos clave en su viaje fue su participación en un mercado agroecológico en Tuchín, Córdoba, donde quedó impresionado por la variedad y calidad de los productos locales. Este encuentro lo inspiró a trabajar con restaurantes locales para promover el consumo de productos agrícolas locales y sostenibles.
Su compromiso con la transformación agrícola también lo llevó a colaborar con chefs, como Oscar González, quien lo inspiro al mundo de las papas nativas. A través de estas colaboraciones, ha demostrado que la biodiversidad agrícola no solo es viable, sino también rentable en el mercado de la restauración.
Su trabajo en más de 20 comunidades dividadas en los departamentos de Córdoba, Sucre y Bolivar ha sido ejemplo de liderazgo en proyectos innovadores y colaboraciones que promueven una agricultura más justa, sostenible y resiliente. Existe una revolución silenciosa en el mundo de la agricultura y la gastronomía.
"Colombia tiene mucha diversidad y el Caribe cuando llegué , a esta zona y encontré más de 16 variedades de maíces de diferentes colores, de arroces de diferentes colores, de ñames de diferentes colores, de fríjoles de diferentes colores, comenzamos a generar eso, a mirar que nosotros somos países de colores y de biodiversidad." Comenta.
Una de las piedras angulares de su trabajo ha sido la colaboración con comunidades locales y aliados comerciales. Desde el restaurante de su amigo, Pedro Buelvas, hasta proyectos como CaribeLab, liderado por Jaime Rodríguez, Miguel ha cultivado relaciones sólidas que han ayudado a validar y promover el trabajo en el campo.
La pandemia de COVID-19 trajo consigo desafíos sin precedentes, pero también oportunidades inesperadas. Para Miguel, la pandemia fue un punto de inflexión que aceleró el crecimiento de su proyecto y lo llevó a nuevas alturas de visibilidad en las redes sociales. A través de su programa THAI, Miguel trabajó en estrecha colaboración con comunidades indígenas, campesinos y pequeños empresarios para fortalecer su presencia en medios digitales y promover sus productos agrícolas. Este enfoque innovador no solo ayudó a las comunidades a prosperar económicamente, sino que también preservó y promovió la rica biodiversidad agrícola de la región.
Uno de los mayores logros de Miguel ha sido su capacidad para generar precios justos y sostenibles para los agricultores locales. Al centrarse en el comercio justo y la dignificación del campesino, ha creado una red de más de 100 restaurantes y tiendas especializadas que valoran y aprecian la biodiversidad agrícola de Colombia.
En 2021, Miguel implemento el proyecto para asociación Asocoman en Montes de María, el cual continua vigente, y se dio cuenta de que era hora de dejar atrás las prácticas agrícolas tradicionales. En lugar de sembrar los mismos cultivos de siempre, Miguel y su equipo comenzaron a explorar las riquezas del bosque seco tropical y a promover el concepto de conservación rentable.
Una de las principales iniciativas fue el empoderamiento de las mujeres en la gestión de los "patios", áreas verdes alrededor de las casas que tradicionalmente habían sido responsabilidad de las mujeres. Transformando estos patios en generadores de ingresos.
Este proyecto no solo ha transformado la agricultura en Montes de María, sino que también ha empoderado a las mujeres y ha desafiado los roles de género en la sociedad colombiana. Es un testimonio del poder transformador de la biodiversidad, la cooperación y el liderazgo centrado en la comunidad.
Miguel ha visto la necesidad de un cambio estructural en su país, Colombia, donde la realidad socioeconómica presenta desafíos complejos. Sin embargo, él es optimista y cree en el potencial de las comunidades locales para prosperar mediante el aprovechamiento sostenible de sus recursos naturales.
La idea de la biodiversidad rentable surge de la necesidad de valorar los productos locales y promover su comercialización. En colaboración con comunidades rurales, el proyecto ha ayudado a transformar productos antes no percibidos en fuentes de ingresos significativas. Frutas como el canistel, la pomarrosa y el caimito ahora son parte del sustento económico de los campesinos.
La labor del proyecto va más allá de la intermediación entre productores y restaurantes. Él actúa como un embajador del campo, promoviendo una cocina basada en la biodiversidad y el comercio justo. Su compromiso con la sostenibilidad se refleja en cada etapa de la cadena de valor, desde la producción hasta el consumo final.
La conversación concluye con una reflexión sobre el futuro del campo en Colombia y la necesidad de crear oportunidades para los jóvenes en las zonas rurales. Este diálogo revelador destaca la importancia de la colaboración, el compromiso y la reflexión crítica en el trabajo para abordar los desafíos sociales y ambientales en Colombia y más allá. Es un testimonio del poder transformador del diálogo y la acción colectiva en la búsqueda de un mundo más justo y sostenible
¡Hasta una próxima investigación!
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